(Resumido y adaptado de J.F.Orueta. 2003 Vertebrados invasores: Problemática ambiental y gestión de sus poblaciones. Ed: Ministerio de Medio Ambiente)
Los gatos, domesticados con mucha probabilidad en Anatolia hace unos cien siglos, serían introducidos en Chipre unos tres milenios más tarde, lo que seguramente ocurrió también en otras islas algún tiempo después (Stahl et al., 2003a). Junto al perro, probablemente servirían también como fuente de alimento (Vigne & Guilaine, 2004).
Entre los carnívoros domésticos, básicamente el perro y el
gato, se pueden distinguir varios niveles de domesticidad:
- los que son claramente domésticos y se mantienen permanentemente bajo control.- aquellos a los que sus propietarios proporcionan cuidados pero que les permiten vagabundear con cierta libertad, con lo que tienen ocasión de cazar por puro instinto, aunque estén bien alimentados.
- los animales callejeros, que pueden encontrar alimento en aportes voluntarios de las personas o en basuras, pero que cazan siempre que hay ocasión.
- los asilvestrados, que son ariscos y eluden a las personas desde lejos, que se reproducen en libertad formando poblaciones autosuficientes y que pueden cazar pero también aprovechar desperdicios o animales domésticos.
Excepto la primera categoría, todos los demás pueden
infligir daños a la fauna silvestre, especialmente por depredación. En general
se produce un fenómeno de facilitación esto es, la población se mantiene a un
nivel demográfico estable y superior gracias a los aportes externos de alimento
(comida, basuras, etc.); estas poblaciones “subvencionadas” son capaces de
ejercer mayor daño que si dependieran exclusivamente de los recursos naturales.
Por su lado, la proporción de gatos a los que se permite
vagar libremente es alarmantemente alta, incluso en medio urbano (Gandia et
al., 1999). Además, diversas características los hacen depredadores muy
eficientes. Los gatos se adaptan fácilmente a ambientes muy diversos, desde
áridos a subpolares (Burbidge & Manly,
2002; Pontier et al., 2004) y
pueden sobrevivir sin agua en ecosistemas semiáridos si consumen presas
vivas. Capturan todo tipo de presas de hasta su misma masa corporal (Paltridge et al., 1997).
Tanto la territorialidad como la sociabilidad de los gatos
es variable en función de las áreas y del grado de domesticidad de los individ.
Para Ewer (1973), los gatos serían básicamente solitarios pero se organizarían
social y jerárquicamente en zonas concretas. En ocasiones, los gatos pueden ser
solitarios, pero puede ocurrir que sean territoriales (Genovesi et al., 1995) o no (Molsher, 1999). En Suecia Liberg (1980) encuentra poblaciones
con animales solitarios y otros gregarios y los rangos se solaparían
parcialmente en los machos y más ampliamente en las hembras, siempre entre
animales del mismo grupo. Sin embargo, puede ocurrir que los rangos se
superpongan ampliamente también entre los machos (Gillies et al., 2000). También las áreas de campeo pueden ser muy
diferentes según las zonas. En áreas rurales pueden ser de 400 ha (Gillies et al., 2000) pero se conocen casos de
hasta 95 km2 (Goltz et al., 2001); en medios urbanos, son muy inferiores (Dards, 1978;
Haspel & Calhoon, 1989). Las densidades, por lo tanto, son muy superiores
en las ciudades, varios cientos de ejemplares por kilómetro cuadrado (Dards,
1978; Haspel & Calhoon, 1989), pero tan solo en torno a tres o cuatro por
kilómetro cuadrado en áreas rurales (Liberg, 1980; Fitzwater, 1994). Aunque
Liberg (1980) demuestra que las hembras son más filopátricas que los machos,
entre los que sólo los realmente domésticos lo serían, Devillard et al. (2003) comprueban en un ambiente urbano que las
hembras no dominantes se ven obligadas a emigrar, lo que no ocurre con los
machos.
El gato y otros dos pequeños carnívoros Mustela erminea y Herpestes
javanicus (posiblemente tomado como
sinónimo de H. auropunctatus) están
en la lista de la UICN entre las 100 de las peores especies exóticas
invasoras.
Los gatos fueron la causa más verosímil para la extinción de
varias especies de pequeños mamíferos en Australia antes de la introducción de
otras especies (Dickman, 1996), particularmente en islas, sobre todo las más
áridas (Burbidge & Manly, 2002).
En la actualidad los gatos asilvestrados siguen siendo la
principal amenaza para algunos mamíferos insulares (Humphrey & Barbour,
1981; USFWS, 1999; Álvarez & Ortega, 2003), reptiles (García-Marquez
& Martín, 2001; Rando & López, 2001; Mateo & Silva, 2003) y
aves (Duvall, 2001; Goltz et al.,
2001) y sus nidos (Duarte & Vargas, 2001a). Aun siendo menos eficaces los
herpéstidos (Henderson, 1992), los gatos depredan incluso sobre reptiles del
tamaño de la iguana (Mitchell et al.,
2002). Incluso sin llegar a formar parte esencial de su dieta debido a un
consumo accidental, pueden amenazar poblaciones exíguas de algunas especies
(García-Márquez & Martín, 2001; Rando & López, 2001; Mateo & Silva,
2003). Lo mismo ocurre con aves amenazadas (Rando & López, 2001; Martín et al., 2002; Mayol, 2003a; Menezes
& Oliveira, 2003; Ruiz & Martí, 2003).
Como se ha comentado, cuando un depredador generalista como
el gato no depende del número de presas para regular su población debido a que
se beneficia de otras fuentes permanentes de comida, la depredación sobre
especies raras es insostenible (p. ej. Hawkins, 1998; Courchamp et al. 1999b). Los mesopredadores como
el gato se benefician de la ausencia de depredadores de mayor envergadura
(Crooks & Soulé, 1999; Molsher, 1999). Los gatos vagabundos no tienen
porqué suponer un grave problema para las poblaciones de especies más
abundantes en hábitats suburbanos; sin embargo, sí que afectan a las especies
más raras, particularmente en los hábitats fragmentados (Barratt, 1994; Crooks
& Soulé, 1999). Los gatos son más abundantes cerca de los núcleos de
viviendas extraurbanos que lejos de ellos (Odell & Knight, 2001) lo que condiciona
la distribución de sus presas (Baker et
al., 2003).
En esta misma linea, varios estudios demuestran que la mayor
parte de la dieta de los gatos asilvestrados consiste en otras especies
alóctonas (en Canarias hasta el 70% en La Gomera, según datos de Nogales y
Medina, 1996, y 88% en La Palma, según Medina et al., 2006; 85% en islas subantárticas según Pontier et al. 2002). Sin embargo, lo que
muestran estos datos es que las presas más abundantes exacerban el fenómeno de
hiperdepredación, es decir, que permiten mantener poblaciones mucho más
elevadas de gato que si dependieran exclusivamente de las especies autóctonas.
A pesar de que la proporción de aves no es muy grande en su estudio, Pontier et al. (2002) describen cómo dicha
proporción cae a lo largo del tiempo, como consecuencia del impacto de los
gatos. En Fuerteventura, en torno al 50% de los nidos de Saxicola dacotiae se pierden por depredación por gato, así como
algunos adultos mientras incuban (J.C. Illera, com. pers., 2003). En algunas
localidades, los reptiles, incluidos endemismos muy amenazados, se presentan en
la totalidad de las muestras y llegan a constituir el 60% del número de presas
de los gatos (Rando & López, 2001).
En ocasiones se producen efectos indirectos muy graves. En
Mallorca, el efecto de los gatos sobre la caza menor ha llevado al uso ilegal e
indiscriminado de veneno por parte de los gestores de los cotos de caza, lo que
ha repercutido negativamente en todo el gremio de necrófagos (Tewes &
Jiménez, 2000).
No sólo en las islas, sino también en áreas continentales
los gatos vagabundos y asilvestrados son una amenaza para los vertebrados
silvestres, esencialmente por depredación (George, 1974; Churcher & Lawton,
1987; Mitchell & Beck, 1992; Coleman & Temple, 1993; 1995; Coleman et al., 1997; The Mammal Society, 1997;
Hawkins, 1998; Crooks & Soulé, 1999; Sanders & Maloney, 2002). Pero también los gatos
salvajes se ven amenazados por introgresión genética (Hubbard et al.,
1992 ; Beaumont et al., 2001 ; Daniels et al., 2001;
García-Perea, 2002; Huckle, 2002; Pierpaoli et al., 2003) y por
transmisión de enfermedades (Courchamp, 1996; Coleman et al., 1997). Existe además un problema de competencia con
especies nativas, dado que la disponibilidad de presas para los depredadores
autóctonos se ve reducida por la depredación por gatos (George, 1974; Liberg,
1984; Crooks & Soulé, 1999).
Debido a que los gatos son una mascota popular, se han
generado conflictos en torno a su control. En muchos casos, los colectivos de
defensores de los gatos asilvestrados minimizan o niegan el impacto de estos
sobre la fauna silvestre (SFSPCA; ACA 2003a) rechazando incluso que exista un
impacto sobre las aves en islas (ACA, 2003b). También mantienen que las
colonias de gatos son estables y el hecho de alimentarlos no supone una
atracción para ejemplares externos. Se ha comprobado, sin embargo, que las
colonias de gatos suponen una fuente importante para poblaciones asilvestradas
(Tidemann, 1994; Wilson et al.,
1994).
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